martes, 11 de agosto de 2009

Sueño de niño, este libro de vida, letras como escudo, y estas hojas que se pierden, sublime me sale la letra, guardado en versos, calmados en mis ojos, vestido en la suave piel, por estos barrios luego de despertar se ha sembrado el terror, detestando esos juegos macabros, sus sonrisas, sus miradas, añorando rabia, que desde chico poseí escondida en aquellos cajones, trato de alejarme, y se acercan, mis esfuerzos son en vano, detesto cosas que finjo amar, para no ser esclavo de instintos anti humanos, imagino que no existen, aunque sea librarme de ustedes en sueños, de presencias, detesto lo que amo, simplemente ya no quiero evitar vivir, Pero…
Despierto mi odio, entre rejas aún me siento. Como una devastadora bestia segrego la muerte, veo mí alrededor contento en voraces rituales de dolor y sangre en donde la justicia se imparte. Hoy no puedo escribir de amor, sería mostrarle al vampiro que hay en mí la luz del sol, consumiéndose en mi interior y contra mis principios me encuentro. Y mi mirada cambio, desde el día que ví, soñé tantas veces con despertar, han de mirarme, pues digan que cambio, por que el odio ya hace tanto marca mi corazón, se murieron las ilusiones tiernas, se acabaron los momentos únicos, en el que creía vivir, antes de nacer. La mirada más dura, esa brota de mi, pero aún así no me atemorizo, busco en ese lugar donde esta todo el dolor, que me haga olvidar, y perdonar. Vivida esta vida, mandare a una victoria, una escena, quizás un cuento del que despertar, el más triste fondo de una laguna, que cae en aquella lágrima. Pienso en lo absurdo que es decir la verdad, si nadie quiere o sabe escuchar, sin aceptar todo esto, y sin entenderlo, pocas cosas deseo en la vida, pero la más deseada es la de no haber sido. Preguntareis por que, continúas verificaciones que da el mundo real, no quiero desvelar falsos recuerdos, difíciles de olvidar de este cuento sin final, atrapados en algo que se acabará. Recuerdo, que nadie era joven, por que siempre recuerdo, siendo aquel chico, y las cosas me deben haber pasado por meterme en cosas por adelantado. En esta triste ciudad, sin misericordia ni piedad. Cuantas veces soñé con eso, cumplir ese sueño, acaso lo tuve? Sueño, simplemente. Me encuentro casi inerte, rodeado de este charco de sangre que la gente no ha de ver, enrojecido por el color ese, que cae de mi cara, de mis venas por mis brazos. Todos o casi todos o muchos o muy pocos me conocen, mis actos los convocan, mi existencia puede dejar de ser gris e insustancial para convertirse en referente de los más grandes desvelos de esta humanidad, impedir todo esto. De este mísero personaje sin un linaje, sin historias, convertirme en heredero de Caín.
Os decís que mire a mi alrededor, violencia que crece en ciudades y suburbios, en un modelo neoliberal que ocluye la posibilidad de cambio, un sistema cerrado que terminara en explotar, poder pasar a pertenecer a este libre mercado solamente con comprar un arma para transformarse de un abatido hombre, hundido en una depresión, ahora lo vigoriza un odio sin fronteras, pasar de ser un subhombre, un hombre derrotado, a pasar a ser un temeroso hombre, al que todos han de temer. Dejar de ser un inofensivo, inoperante, desecho marginal y triste, un numero arrojado al canasto a no padecer la desdicha, a provocarla.
Ocurre que el odio, en la sociedad que vivo, de exclusión, es más cruel que en las sociedades de clases, cruel e irracional, sin ideología, no se canaliza ya siquiera organizado, hoy su virulencia, su espesor estuvo siempre pulido por la ratio ideológica, hoy ya no queda nada.
Os pedís que tenga compasión, os pedís que me entregue a lo que nunca pertenecí, quiero volver al principio, donde lo material era un recurso no una necesidad, allá donde solo existe la realidad, y no esto que fingimos llamar realidad.