jueves, 30 de octubre de 2008

El hambre de ti me abunda, pareces tan ausente, que transito sin señales, y la tristeza viene a devorarme, en esos sagrados segundos de tu recuerdo, querida felicidad. Y en tu ausencia, intento fluir, dulce bienestar que parece servir. Con ojos de niño intento mirar, y con oídos de grande suelo escuchar, sonrió, y pienso en escapar, ya solo con mis manos vacías que la tinta de mis poemas parece que han de ensuciar, con la sangre que brota de mis últimas palabras, largo un llanto, eso ya lo presentía.
El día se torna lluvioso, los árboles revolotean de alegría por este acontecer, sus hojas tienen el color de la esperanza, que he perdido con el crecer.
Ya rodeado de afonías, mi sangre parece dejar de fluir, siento a lo lejos un dulce palpitar, que parece ser mi corazón, el cual debate entre latir y no latir. Hoy es todo diferente, el dolor esta en mi, latente. Ya no hay forma de escapar.

Hoy no es como ayer, ayer paso por aquí, del aquí se fue lejos, y ahora estoy sólo con mí consciencia y mis recuerdos. Ayer, creí verte, pero no estabas ahí, tu presencia era lejana, no eras la misma que aquella tarde de primavera me dio sus ansias, y los cristales de tus ojos, de tu mirada de amor. No claro, no eras la misma, tu sonrisa se escapo como una golondrina esquiva, en busca de otro. Sintiéndome pasajero de segunda en tus viajes, logre ver tu mirada, en luz de amores nuevos. Y en las áridas selvas de mi alma, la noche más cruel volcó sus cerrazones. Y aquí moribundo, muy seguro estoy que no has de volver, pero igual, te espero. Escribiendo las cartas que nunca te hice.

martes, 28 de octubre de 2008

Me levanto temprano, moribundo
perezoso resusito, bienvenido al mundo
con noticias asesinas me tomo el desayuno.
Camino del trabajo en el metro
aburrido vigilo las caras de los viajeros
compañeros en la rutina y en los bostezos.
Y en el asiento de en frente,
un rostro de repente,
claro ilumina el bagon
en sus gestos traen recuerdos,
de otros paisajes otros tiempos
en los que una suerte mejor me conocio.
No me atrevo a decir nada,
no estoy seguro,
aunque esos ojos sin duda son los suyos,
mas cargados de nostalgia, quizas mas oscuros
Pero creo que eres tu, y estas casi igual
tan hermosa como entonces, quizas mas
sigues pareciendo la chica mas triste de la ciudad.
Cuanto tiempo ha pasado desde los primeros errores?
Del interrogante en tu mirada?
La ciudad gritaba y maldecia nuestros nombres,
jovenes promesas, no, no teniamos nada.
Dejando en los portales
los ecos de tus susurros,
buscando cualquier rincon sin luz,
agarrate de mi mano,
que tengo miedo del futuro,
y detras de cada huida estabas tu, estabas tu.
En las noches vacias,
en que regreso,
solo y malherido, todavia me arrepiento
de haberte arrojado, tan lejos de mi cuerpo.
Y ahora que te encuentro,
veo que aun arde, la llama que encendiste,
nunca, nunca es tarde,
para nacer de nuevo, para amarte.
Debo decirte algo,
antes de que te bajes,
de este sucio bagon y quede muerto,
mirarte a los ojos y tras de recordarte,
que antes de rendirnos, fuimos eternos.
Me levanto decidido y me acerco a ti,
y algo en mi pecho se tensa, se rompe.
Como estas?
Cuanto tiempo te acuerdas de mi?
y una sonrisa timida responde:
Perdone, pero creo que se ha equivocado,
disculpe señorita, me recuerda tanto
a una mujer que conoci hace ya algunos años.
Mas viejo y mas cansado vuelvo a mi asiento,
aburrido vigilo las caras de los viajeros,
compañeros en la rutina y en los bostezos


Tema que me hiso escuchar mika, por dios me partio.

jueves, 23 de octubre de 2008

La venida de la partida,

 

Las miradas de todos me penetraban, mi aspecto era preocupante parecía estar descuidado. Incapaz de llorar, comencé a extrañar, simplemente noté como día a día, me sentía cada vez más solo, y a la vez más rodeado de gente. La situación no daba para más, era el fin, sentía como mi única compañía, era la melancolía, mi soledad, que parecía tan eterna.
Sentía el fin cada vez más cerca de mí, me aterraba la idea de suicidarme, pero a la vez me resultaba tan atractiva, acabar con todo, tapar todo lo que había hecho, y que nadie sospeche de mí. Mi plan parecía perfecto, aun que note que  cada vez perdía más la razón, la vida abandonaba sus colores, la oscuridad y el silencio no eran ya una mancha, si no albergaban completamente mis ventanas, y mi propia vida. Pero, luego recordé la propuesta de aquella mujerzuela, encontré la solución en viajar a verla.
¡Viajar! Perder esos paisajes, ventosos del sur, se aproximaba la humedad propia del lugar, la cercanía del mar, y el agobio de las miles de personas que circulan día a día por la ciudad.

Me esperaba un largo viaje, era agotador hasta el hecho de pensarlo, sin embargo deseaba mi arribo a la Gran Ciudad, en ella iba ser otro constantemente, el hecho de no pertenecer ni a mi propio cuerpo, me atraía, el hecho de ir al frente, seguir, la ausencia de tener un fin, quizás lo que más me atraía era eso. Sin embargo lo hago sin tener algo de cambio en mí, más que el sueño de tu cuerpo, lo demás era simplemente cielo y tierra.

Emprendí mi viaje, en cuanto llegue, me destiné a buscar una pensión, para albergarme unos días. Recuerdo, como si fuese ayer, a esa señora de cabellos blancos, que tristeza me daba ver, esa mirada tan envuelta en soledad y abandono, tan similar a la mía, por un momento me distraje observando a la señora que atendía es pensión, por lo que la señora desconfió de mi, y sin dudarlo dijo que no había lugar, al disculparme y retirarme tan cortésmente, decidió albergarme, comentando la inseguridad que había por la zona, y los temores de ella, recuerdo cuando dijo: “Hay gente muy enferma, y peligrosa en las calles, pensé que usted era uno de ellos por su mirada”. A lo que simplemente respondí con una fría risa. Firme un par de papeles, y le comente que solo me quedaría por unos días, ella menciono las normas de convivencia de dicha pensión en las que estaba obligado a acordar, o quedaría en la calle deambulando.

            Por la mañana salí al patio a fumar un cigarrillo, y decidí hacer contacto con la mujerzuela, decidí llamarla, por lo que le pedí prestado el teléfono a la señora de cabellos blancos. La mujerzuela, muy contenta de hablar conmigo, accedió a que nos veamos esa noche, en una fiesta.

            Llegada la noche, luego de vestirme formalmente para ocasión, y arreglarme lo más posible, sin olvidar mi ideal, siempre sostuve que no hay como ser un don nadie. No tienes nada, nada debes, ni aspiras a nada, siendo así impecable para momentos intranscendentales o simplemente vestirnos seductoramente para conquistar mujeres simples. Salí a la calle en busca de un remis.

            Al llegar, tenía que aparentar ser uno más, ni escabullirme en el salón, ni escandalizar a las damas. Mis nervios me superaban por doquier, no era fácil para mi, expresarle a una mujer, que cuerpo tiene, sin embargo, aprendí a expresar “Te amos”, como suspiros escapados de mi alma, a ganarme caricias con la mirada, y momentos ígneos con mentiras piadosas.
Al verla tras eses vestido rojo, me asombré, su mirada me atraía, su sonrisa, su cuerpo...