jueves, 30 de octubre de 2008

El hambre de ti me abunda, pareces tan ausente, que transito sin señales, y la tristeza viene a devorarme, en esos sagrados segundos de tu recuerdo, querida felicidad. Y en tu ausencia, intento fluir, dulce bienestar que parece servir. Con ojos de niño intento mirar, y con oídos de grande suelo escuchar, sonrió, y pienso en escapar, ya solo con mis manos vacías que la tinta de mis poemas parece que han de ensuciar, con la sangre que brota de mis últimas palabras, largo un llanto, eso ya lo presentía.
El día se torna lluvioso, los árboles revolotean de alegría por este acontecer, sus hojas tienen el color de la esperanza, que he perdido con el crecer.
Ya rodeado de afonías, mi sangre parece dejar de fluir, siento a lo lejos un dulce palpitar, que parece ser mi corazón, el cual debate entre latir y no latir. Hoy es todo diferente, el dolor esta en mi, latente. Ya no hay forma de escapar.

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