A veces reflexiono el por qué de mi escritura, las palabras brotan en diferentes momentos, cuando vemos una imagen, un objeto que nos atrae, un simple delirio que ha medida que lo explayamos se vuelve cada vez menos simple, un desvarío quimérico de lo que sentimos. Siempre existen momentos en los que determinadamente escribimos, un día especial, esos días que parecen ser grises, en los cuales una tormenta esta a punto de caer, sin embargo en nosotros ya ha empezado a llover, esos días que todo parece perdido, sin embargo lo único que esta perdido somos nosotros. A veces escribimos reflexiones, a veces escribimos cuentos, en los que de una u otra manera reflejamos partes de nuestra vida, y otras escribimos de nuestros sentimientos, si, del amor. Cuando escribimos de amor, todos suelen decir esos textos brotan del corazón, y si es así, no basta con ser un simple soñador para crear versos imaginativos, el amor debe ser real y verdadero para transmitir, en cada palabra, al lector lo que uno siente. Un amante debe esculpir imágenes, esculpir recuerdos, que serán apoyos que sostendrán nuestro espíritu, cuando todo se confunda en el odiado olvido. A lo que debo aceptar, estos textos nacen como un suspiro del corazón, sabiendo que un día cualquiera las cosas pueden desaparecer como una visión y para SIEMPRE. Sin embargo, hoy solo me bastan unas simples palabras, una brizna de ilusión y de cariño, para sentir de esta manera, y para ver diferente en la vida. Al escuchar esas palabras, suele brillar un sol que ilumina nuestro camino, y el corazón nos responde lleno de adrenalina, el cuerpo, la sonrisa, y el espíritu llenos de luz, de resplandor.
Si escribimos de otros temas, intentamos transmitir sensaciones a través de las palabras, intentamos transmitir un arte, el arte interior de cada persona, pues cada persona tiene un arte propio, y debemos explayar de una u otra manera nuestro arte, sin imitar artes ajenos, sin pensar en un triunfo, si no hacer esto por necesidad, por amor al arte. La perfección no logra cautivar a la gente, pues es algo fuera de lo cotidiano, algo ajeno al ser humano, solemos cautivarnos por lo genuino.
La vida, la muerte, la luz, la oscuridad. Son una conjunción armónica de la perfección absoluta, de la perfección natural, el universo en si es perfecto, es un gran caos natural, que funciona bajo un orden perfecto.
Entonces nuestro entorno si es perfecto, con lo que la búsqueda de la perfección humana se anula automáticamente, debido a la naturaleza transicional. En ello radica la gracia de vivir, la gracia de sentirnos vivos.
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