Y una mañana gris, con sabor a desgracia parpadea en su sien, arañando su ruido fermentado sin más opción que la inmortalidad. Imperfecto, aún más que nosotros, y tardío, ya asustado por el cambio que le fue concedido, le duele su prisa, sin canas que arrancar, se siente muy enervado. Y nadie parece dejar de acusarlo.
Bello, y esclavo de la belleza fue, por expresar colores todo perdió. Por emitir sensaciones, yace solo en un lecho de fuego llorando hielo, unos ojos tristes, ya negros, lo expulsaron del cielo. Pues todo esto, verdad es. Pero solo míralo con perdón, aquí nadie quiere tu horror.
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